Nunca había imaginado sentirle tan cerca. Volver a mirar sus ojos penetrantes mirando fijamente a los míos. Y sonriendo. Maldita su sonrisa por encantarme de aquella manera. Y sus abrazos, tan cálidos y seguros. Era como estar dentro de una burbuja, inescrutable para el miedo, las preocupaciones o los problemas. Bendita su forma de secar mis lágrimas. Con su ropa, con sus dedos, con sus labios. Que triste no tenerle. Y que triste sentirle tan cerca, cuando simplemente es un recuerdo convertido en espejismo.
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