miércoles, 27 de mayo de 2015

El día que hablé con la muerte.


Terminó la confianza, hay una gran decepción y pronto, morirá el amor.-
Anónimo.
Una vez me encontré con la muerte en un cruce de caminos. Ella, tan destructora como hermosa, me sonrió fríamente y me invitó a merendar. No os culpo por no creerme. La historia es de lo más inverosímil, pero eres totalmente real.
Nos sentamos en una terraza, y con unos zumos en la mesa empezamos a hablar. Ella me preguntó a qué me dedicaba, y tras responder, le pregunté yo también por su trabajo.
Una pregunta rondaba mi mente ¿Cuál era el alma que más le había dolido recoger?
Ella bajó la cabeza y por un instante brilló lo que parecía ser una lágrima, cayendo por su marmólea mejilla.
-Te contaré la historia del asesinato más cruel, y más triste del mundo. El asesinato que más lágrimas hizo derramar; y entre los que he escuchado, el que más me impactó.
La victima era joven. Le quedaban muchas decádas por vivir, muchas cosas que hacer y muchos sueños por cumplir. Los rumores dicen que él sentía que su muerte estaba cerca. Algunos, incluso dicen que había realizado una investigación, que tenía pruebas de lo que iba a acontecer. Pero lo que más inquietaba era que él parecía conocer quienes serían sus asesinos. Él tenía miedo. Cada vez su fin estaba más cerca. Y lo peor; no podía hacer nada para evitarlo.
Una noche, antes de dormir empezó a oir voces. El cuerpo se le puso en tensión, cada músculo era una roca y su corazón latía con descontrol y desenfreno. Pero ¿qué iba a hacer? ¿Escapar todos los días de su vida? ¿O ignorar el hecho de estar apunto de ser asesinado?
Para mi parecer, tomó la decisión más acertada. Se sentó en el suelo, con las piernas recogidas y los brazos cruzados sobre ellas. Y lloró.
Y derrepente, ellas entraron. Calculadoras, frías, retorcidas, crueles... y mortales.
Y en seguida, un grito, un suspiro y un puñal en el pecho. Clavado, sangrante. Y lágrimas en las mejillas. Desbordantes. Inundadas de deseos, anhelos, recuerdos de lo que fue una vida feliz.
Cuando fuí a recoger su alma y a llevármela al más allá para nunca volver, él mismo me contó la historia de su muerte.
La historia de como las decepciones mataron al amor.

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